El Tagoro
[065] El Tagoro (topónimo en uso). Var.: El Tagoro de Jéñica, El Lomo del Tagoro de Jéñica, El Tagoro, El Tagorillo.
Nombre
de lugar que abarca un amplio lomo de diferente amplitud en
su desarrollo y desigual gradiante de inclinación, constreñido a la vera
de dos depresiones denominadas La Salada y Jéñica[X: 368645 / Y: 3143619 / Z: 430].
Popularmente es una designación que se conserva actualmente en uso en sus diferentes variantes: tanto El Tagoro como bajo el diminutivo El Tagorillo, además de las siguientes dos fórmulas compuestas: El Tagoro de Jéñica y El Lomo del Tagoro de Jéñica.
Contamos con algunos registros que dan cuenta de su vigencia, al menos, durante los siglos precedentes. Así, para la pasada singladura registramos, por lo menos, las siguientes dos entradas: El Tagoro (AT-1942) y Tagoro (AT-1943); mientras que en lo que respecta a siglos anteriores registramos algunos testimonios que dan fe de su validez, como mínimo, en la centuria del setecientos: El Tagoro (FO-1784), El Tagoro de Géñica ( SP-1791) y El Tagoro (FO-1785).
Tradicionalmente es una voz que ha estado íntimamente asociada a dos hitos orográficos inmediatos con los que linda en su vertiente meridional: por una parte, el denominado Barranco de Jéñica, en su mayor parte una encajonada depresión del relieve que recoge las aguas de El Rincón de Toriño y El Barranco de la Araña (ver entrada [056] La Araña), y por otra parte un conjunto de oquedades naturales popularmente denominadas las Cuevas de Jéñica (ver entrada relacionada [065] Jéñica).
En general, este mencionado grupo de oquedades se concentra en torno al abrigo de la cabecera de un salto del precitado barranco, un singular abanico rocoso que se abre en forma de ángulo cóncavo hacia el naciente, donde se disponen, alternativamente, algunas grutas en diferentes niveles. Estas citadas oquedades, dispuestas sobre estratos de basalto y otras acondicionadas a lo largo de un afloramiento de tosca (toba), han sido tradicionalmente habilitadas a los efectos de toda clase de aprovechamientos, destacando un intensivo uso relacionado con la función residencial. A las variables de amplitud y confortabilidad, se agregan otras como su privilegiada situación u orientación, abiertas hacia sotavento, al resguardo y asoco de los moderados vientos reinantes en la zona. Condiciones que, en suma, propiciaron una intensiva reutilización de la oquedades a lo largo del tiempo, como así afirma una parte de la tradición que señala su inicio con las primeras comunidades bereberes asentadas en la comarca, las cuales aprovecharon y acondicionaron las diferentes cuevas y covachas en función de sus necesidades, organización social y perspectivas culturales.
A finales de la centuria del diecinueve tenemos constancia del mencionado uso residencial de dichas oquedades. Así aparecen designadas: formando parte de uno de los pocos enclaves que concentraba la población en las medianías de la antigua comarca «El Rosario, Machado y Jéñica» (AR-1879); y más concretamente: mencionadas bajo la variante las Cuevas de Héñica ostentando la categoría de caserío en dichas bandas de El Rosario:
Cuevas de Héñica. Caserío ubicado en el término jurisdiccional de El Rosario, pago judicial de La Laguna [...] lo componen dos edificios de un piso y cuatro chozas u hogares con habitantes constantes por 6 vecinos, 23 almas.
De este conjunto de oquedades, mención especial refiere, entre otras, la denominada Cueva del Ayuntamiento. Este sugerente nombre designa un microtopónimo que identifica una singular cueva localizada en el recoveco del margen septentrional del chaboco, popularmente dentro del dominio conocido como El Tagoro de Jéñica o Lomo del Tagoro de Jeñica.
Popularmente es una designación que se conserva actualmente en uso en sus diferentes variantes: tanto El Tagoro como bajo el diminutivo El Tagorillo, además de las siguientes dos fórmulas compuestas: El Tagoro de Jéñica y El Lomo del Tagoro de Jéñica.
Contamos con algunos registros que dan cuenta de su vigencia, al menos, durante los siglos precedentes. Así, para la pasada singladura registramos, por lo menos, las siguientes dos entradas: El Tagoro (AT-1942) y Tagoro (AT-1943); mientras que en lo que respecta a siglos anteriores registramos algunos testimonios que dan fe de su validez, como mínimo, en la centuria del setecientos: El Tagoro (FO-1784), El Tagoro de Géñica ( SP-1791) y El Tagoro (FO-1785).
Tradicionalmente es una voz que ha estado íntimamente asociada a dos hitos orográficos inmediatos con los que linda en su vertiente meridional: por una parte, el denominado Barranco de Jéñica, en su mayor parte una encajonada depresión del relieve que recoge las aguas de El Rincón de Toriño y El Barranco de la Araña (ver entrada [056] La Araña), y por otra parte un conjunto de oquedades naturales popularmente denominadas las Cuevas de Jéñica (ver entrada relacionada [065] Jéñica).
En general, este mencionado grupo de oquedades se concentra en torno al abrigo de la cabecera de un salto del precitado barranco, un singular abanico rocoso que se abre en forma de ángulo cóncavo hacia el naciente, donde se disponen, alternativamente, algunas grutas en diferentes niveles. Estas citadas oquedades, dispuestas sobre estratos de basalto y otras acondicionadas a lo largo de un afloramiento de tosca (toba), han sido tradicionalmente habilitadas a los efectos de toda clase de aprovechamientos, destacando un intensivo uso relacionado con la función residencial. A las variables de amplitud y confortabilidad, se agregan otras como su privilegiada situación u orientación, abiertas hacia sotavento, al resguardo y asoco de los moderados vientos reinantes en la zona. Condiciones que, en suma, propiciaron una intensiva reutilización de la oquedades a lo largo del tiempo, como así afirma una parte de la tradición que señala su inicio con las primeras comunidades bereberes asentadas en la comarca, las cuales aprovecharon y acondicionaron las diferentes cuevas y covachas en función de sus necesidades, organización social y perspectivas culturales.
A finales de la centuria del diecinueve tenemos constancia del mencionado uso residencial de dichas oquedades. Así aparecen designadas: formando parte de uno de los pocos enclaves que concentraba la población en las medianías de la antigua comarca «El Rosario, Machado y Jéñica» (AR-1879); y más concretamente: mencionadas bajo la variante las Cuevas de Héñica ostentando la categoría de caserío en dichas bandas de El Rosario:
Cuevas de Héñica. Caserío ubicado en el término jurisdiccional de El Rosario, pago judicial de La Laguna [...] lo componen dos edificios de un piso y cuatro chozas u hogares con habitantes constantes por 6 vecinos, 23 almas.
De este conjunto de oquedades, mención especial refiere, entre otras, la denominada Cueva del Ayuntamiento. Este sugerente nombre designa un microtopónimo que identifica una singular cueva localizada en el recoveco del margen septentrional del chaboco, popularmente dentro del dominio conocido como El Tagoro de Jéñica o Lomo del Tagoro de Jeñica.
Siguiendo la tradición oral, a este emblemático enclave de las Cuevas de Jéñica o Moradas de Jéñica en general y de la Cueva del Ayuntamiento en particular concierne un carácter simbólico dentro de la memoria colectiva de la antigua comarca de El Rosario. Más concretamente se le confiere el título de dos hitos históricos significativos: haber sido el
origen fundacional de todo el poblamiento de la antigua jurisdicción y
haber contado, en su seno, con el primer núcleo administrativo que se erigió en toda la comarca.
En lo que concierne a la citada Cueva del Ayuntamiento la mayor parte de la información ha sido transmitida y conservada, preferentemente, entre la población senil de El Rosario:
«El primer ayuntamiento que hubo en la jurisdicción de El Rosario estuvo en las Cuevas de Jéñica»
En lo que concierne a la citada Cueva del Ayuntamiento la mayor parte de la información ha sido transmitida y conservada, preferentemente, entre la población senil de El Rosario:
«El primer ayuntamiento que hubo en la jurisdicción de El Rosario estuvo en las Cuevas de Jéñica»
«La Cueva del Ayuntamiento está en Jéñica, ese fue el primer ayuntamiento de El Rosario»
«La Cueva del Ayuntamiento está en el Barranco de Jéñica, en la parte pegada al lomo de El Tagoro de Jéñica, ese fue el primer ayuntamiento de todo El Rosario [...]»
Estas afirmaciones recogen el punto de partida y en mucho casos final de los relatos más habituales que difunden las fuentes orales. Acerca de la naturaleza de esta expresión existen varios supuestos que ordenamos según graduación: de una parte, aquellos que lo relacionan con la antigua tradición guanche, entre los que se distingue el hilo de una antigua transmisión oral y los que lo asocian a causa del carácter monumental que ofrecen algunas oquedades; y, los que, finalmente, por otra parte, lo relacionan de forma imprecisa o intemporal basados exclusivamente en la tradicional antiguedad del uso del enclave.
Simplificando mucho las cosas, dentro de las dificultades que acarrea dilucidar acerca del origen y las causas de la expresión popular que asocia a este mencionado enclave, El Tagoro de Jéñica, en general y la Cueva del Ayuntamiento en particular, como el primer ayuntamiento de El Rosario, nosotros manejamos la siguiente interpretación: se trata de una sentencia breve, sencilla y clara que denota a la par tanto una intencionalidad colectiva de afirmación histórica con un transfondo memorable y un acusado carácter reivindicativo [ver Anexo final]. De donde deducimos la siguiente hipótesis de partida: sospechamos que se trata de una versión simplificada, que atañe a Jéñica como origen fundacional histórico de cualquier centro administrativo de la comarca, reforzada y consolidada a causa de una vieja rivalidad política cuyas raíces alcanzan un complejo desacuerdo histórico entre representantes políticos de los dos distritos en que se dividía antiguamente la comarca: las Medianías, el denominado Distrito de Naciente, y sus paisanos electos de los Altos, que se corresponde al denominado Distrito de Poniente, a causa de una razón concreta: tratar de arrogarse el emplazamiento de las Casas Consistoriales, en virtud de la cual suponemos que, soslayando un complejo nudo de maniobras y artimañas caciquiles, se vertieron razones históricas que aducian acerca del origen fundacional de la misma comarca.
A estas mismas razones señalan algunas fuentes orales de forma fragmentaria y dan pie a pensar algunos registros aislados que lo sostienen. Simplificando mucho las cosas: dadas las condiciones propicias, sospechamos que en un ambiente cargado de falta de consenso entre algunos «cabecillas rurales», convertidos en «representantes políticos», convergió una suma de circunstancias que lograron movilizar, en cierta forma, una memoria colectiva de resistencia y reivindicación entre los desfavorecidos de la vertiente de Naciente. Al calor de dicha rivalidad se fraguó a la postre el fermento perfecto que logró conservar una parte de la oralidad proveniente de siglos pasados, que, cabe suponer, de otra manera facilmente se hubiera diluido por su propia naturaleza, en donde se hacía relación preferentemente del principio de algunas instituciones, hechos y enclaves, materializados en formato de décimas, corrillos y sentencias breves.
Desconocemos el alcance exacto de esta tensión entre facciones, pero todo parece indicar que se trataba de un problema enquistado que, sospechamos, parece proceder de tiempos cohetáneos o próximos a la inminente constitución de los primeros ayuntamientos constitucionales, si no cabe que sea aún más antiguo [ver anexo final].
Abundando en este asunto, previa a la fundación del ayuntamiento constitucional de El Rosario, antes del año de 1812, existió la figura denominada alcalde de paz o alcalde de la tierra en siglos anteriores; en resumidas cuentas: se trataba de sujetos cuyos cargos facultaban a descentralizar competencias limitadas en materia civil por el Cabildo de la isla durante el Antiguo Régimen en la comarca (Cfr. AV-1992); considerados hombres buenos, personas cualificadas como de buena gobernación cuya firmeza y moralidad al frente de sus respectivas áreas jurisdiccionales quedaba sujeta a la sanción por parte del concejo, mediante depósito de una suma de carga o un fiador que lo avalara, que asumían cargos de competencia provistos de gestionar y ejecutar pleitos civiles de rango menor. Algunos de estos alcaldes de paz ofrecían la ventaja de conocer el común acontecer de sus respectivas comarcas; así, más comunmente, solían habitar en los pagos que administraban, concentrando y ejerciendo una notable influencia social sobre el conjunto de vecinos de sus respectivas jurisdicciones.
Para el caso de la antigua comarca de El Rosario contamos con algunos detalles, en su mayoría indirectos, que permiten hacernos una idea de estos representantes comarcales en el transcurso de los siglos de la Edad Moderna. Entre otras cosas conocemos, por ejemplo, que las ermitas jugaron un papel fundamental como lugares de elección, destacando en el caso que nos ocupa la ermita de San Amaro y El Rosario; así, previa la fijación de edictos en las puertas de las principales ermitas de la comarca, a toque de campana, se juntaban todos los vecinos convocados que oficiaban como testigos directos ante sus electos vocales con el fin de la elección de los oficios anuales, entre los que se hallaba la principal figura del alcalde.
Sin embargo, nada sabemos acerca del posible uso de alguna construcción, casa o cueva, ya bajo titularidad pública, privada o derivadas de un convencionalismo tradicional que pudiera haber albergado dichas competencia durante esta etapa. En cualquiera de los casos, en lo que concierne a la relación directa o indirecta con los topónimos Jéñica y El Tagoro de Jéñica cabe anotar aquí algunas cuestiones que nos permiten almacenar información relativa a este emblemático lugar.
Así tenemos constancia que a finales del siglo diecinueve Juan Bethencourt Alfonso recogía en su inventario de nombres guanches el denominado Tagoro de Jéñica:
«Tagoro de Jeñica, al naciente del Rosario»
Tagoro de Jeñica. Juan Bethencourt Alfonso: Historia del Pueblo Guanche. Manuscrito original de la ULL
Además, por ejemplo, en el año de 1791 aparece consignada la variante El Tagoro de Jéñica, a raíz de un acuerdo en donde el rosariero José Jorge establecía para mayor seguridad y garantía del contrato comprometer unas tierras que tenía en El Rosario:
«(…) unas suerte de tierra en donde llaman el Tagoro de Géñica en el pago del Rosario a la parte del camino viejo que ba a Candelaria […] por asi esta ciudad otro barranquillo que llaman de la Salada […]» (JP-1791).
En ese periodo aparece compartiendo propiedades en El Tagoro Francisco de la Cruz, también oriundo de esta comarca, que llegó a ostentar el cargo de máximo representante político en el tercer cuarto de la centuria del setecientos «Juan Francisco de la Cruz Alcalde Real del Pago del Rosario» (SP-1788). Por razones de herencia, tanto él como su mujer María del Rosario de Sosa habían acumulado un importante lote de parcelas en las medianías de El Rosario, entre las que contaban con la siguiente propiedad que nos incumbe:
«donde llaman el tagoro [...] naciente Barranco que llaman dela Salada por el poniente otro que dicen deJenica» (SP-1784)
El mencionado matrimonio compuesto por Juan Francisco de la Cruz y María del Rosario de Sosa tenía hondas raíces asentadas en el pago de El Rosario. La pareja había contraído matrimonio en La Laguna catorce años antes de la edición del documento donde citan como propiedad particular el lugar denominado El Tagoro de Jéñica. El abuelo materno de Francisco de la Cruz, Salvador Martín, labrador y criador de ganado, había contraído matrimonio, a su vez, con María Flores en el año de 1695, siendo los dos vecinos asimismo del mencionado término de El Rosario. La abuela materna de María Flores, a su vez, fue hija y nieta de Juan Alonso el Moso y de Juan Alonso el Viejo respectivamente, ambos labradores y criadores de ganado y, además, para el caso que nos ocupa es interesante reseñar que fueron alcaldes del lugar de El Rosario. Ellos habían legado en herencia las tierras de Jéñica en sus descendientes, recayendo en Florenciana Alonso, también Florenciana Ana Alonso, descendiente de Juan el Moso y Juan Alonso el Viejo. Como parte del patrimonio cedido por su enlace matrimonial con Sebastián Hernández su padre les había legado, entre otras cosas, las tierras de Jéñica, aquí bajo la variante Jenica, que confinaban con las denominadas Moradas de Jeñica:
«una suerte de tierra pan sen brar en el termino del rrosario donde dicen jenica que linda por un lado asia nuestra señora de candelaria con tierras de anton sanchez y por la parte asia esta siudad un barranco corriente que ba ala mar que dicen el barranco de los juncos y por abajo las moradas de jeñica» (JA-1636)
Durante esta misma centuria conocemos, además, que el enclave de El Tagoro de Jéñica fue conocido, al menos, durante la centuria del setecientos bajo el sugerente apelativo Tierras de los Guanches. Así consta en la declaración de una notificación del año de 1777, donde el vecino y antiguo mayordomo de la ermita de El Rosario, Manuel de Acuña, que vivía en una oquedad cercana, lo declara como parte garante en el traspaso de una tierras en el vecino pago de El Chorrillo:
«el dicho Manuel de Hacuña [...] tierra en la vera de los Juncos en dicho parage del Rosario que lindan [...] por arriba tierras de María Fernandez y Tierras de los Guanches, por asia esta ciudad dichas beras de los juncos» (SP-1777)
Durante el siglo anterior, esto es a lo largo de la centuria del seiscientos, contamos con algunos datos que nos pueden ayudar a descubrir quiénes fueron los propietarios e incluso pobladores de toda esta área denominada con el sugerente apelativo Tierras de los Guanches.
En general, se trataba de un amplio grupo familiar ramificado, criadores de numerosos hatos de ganado, preferentemente, menor, cabras y ovejas, que tendrán en propiedad importantes parcelas de tierras, ya adquiridas mediante transacciones ya mediante herencia, que abarcaban desde las Veras de Jagua de El Rosario hasta las Veras de Araya de Candelaria. Algunas de estas parcelas habían sido previamente cercadas y acondicionadas para la siembra de trigo morisco y cebada, destinando, sin embargo, la mayor parte de ellas especialmente a su mayor fuente de riqueza: apacentar el abundante ganado caprino y ovino que llegaron a controlar. En este último sentido, los veremos concentrando tierras en pasos, apriscos y puntos geoestratégicos de las antiguas rutas pastoriles, relegando las más abruptas y montuosas para un solo cometido: la suelta y cría del ganado caprino y ovino de su marca que andaba guanil (jíbaro o salvaje), presumiblemente, recogido mediante las tradicionales apañadas (ver entrada relacionada [020] El Corral de La Fajana).
Particularmente interesante, además, es que llegaron a ostentar asimismo el cargo de alcaldes reales de El Rosario e incluso el puesto de mayordomos de la antigua ermita de El Rosario y San Amaro (ver entrada relacionada [063] Benincharia-El Rosario). Así, en el año de 1663 Sebastián Alonso aparecerá ocupando la alcaldía de El Rosario: «Sebatián Alonso Labrador y Criador bessino del Pago y jurisdicción del Rosario y alcalde de dicho lugar» e investido como mayordomo de la ermita nuestra Señora de El Rosario y San Amaro en el año de 1705. Las tierras debajo de la precitada ermita las trabajaría en su beneficio, dedicado a las tareas de cuidar y sacar usufructo de su ganado menor. Con anterioridad le seguirá Juan Alonso el Moso, que había contraído matrimonio con Isabel de Trujillo en el año de 1610 en la iglesia de la Concepción de La Laguna. Ella era también originaria y moradora en El Rosario, al igual que sus antepasados que vivieron en Jéñica: «hija de Anton sanches y de Catalina Martin sus padres, besinos que fueron de las dichas partes [El Rosario]» ocupando las cuevas y las siguientes tierras:
«labradias y montuosas en el dicho termino del rrosario donde dicen heñica» (JA-1636).
Juan Alonso seguiría la estela de su padre, labrador y criador de ganado, acapararía un importante hato de ganado: en las primeras décadas del seiscientos declaraba tener en su poder ciento diecisiete cabras de año arriba y cuarenta y tres baifos, así como cinco reses vacunas, siete bestias asnales y una yegua, ganado que debió apacentar en las tierras de El Rosario y Candelaria.
El padre de Juan Alonso el Moso sería su homónimo Juan Alonso el Viejo para diferenciarlo de aquel. Morador en El Rosario y propietario de parcelas junto a la ermita de Nra. Sra. de El Rosario y San Amaro, Barranco Hondo y Candelaria, aparecerá como alcalde de El Rosario en la primeras décadas de la centuria del seiscientos. Su principal fuente de riqueza: el ganado; así llevaría como parte de los bienes en su primer matrimonio lo que sigue: setenta y siete cabras entre pequeñas y grandes, seis asnos, cuarenta reses de cochino entre grandes y pequeños, ocho colmenas y seis reses vacunas; ganado que quedaría multiplicado entre los bienes que aporta en su segundas nupcias, a saber: «doscientas cabras y quatrocientas resses ovejunas, ciento treinta resses porcunas entre chicas y grandes diesciocho resses vacunas entre chicas y grandes y nueve bestias asnales entre chicas y grandes, veinte colmenas».
En el año de 1645 Mateo Alonso, asimismo hijo de Juan Alonso el Viejo y hermano del mentado Juan Alonso el Moso, había adquirido por compra tierras en «dodisen el lomo de xenica» (ML-1645), concentrando un importante remanente patrimonial alrededor de El Tagoro.
Durante la centuria del seiscientos serán ellos los que usaron y poblaron preferentemente las citadas Cuevas de Jéñica y tuvieron en propiedad las tierras de El Tagoro. En el año de 1646 tenemos constancia que Antón Sánchez había traspasado una pequeña parte de este patrimonio a un sobrino suyo denominado Marcos Sánchez, en donde aparece consignado el referido topónimo Jeñica, aquí bajo la variante Jenica, como parte de sus bienes:
«en el lomo que dicen de Jenica termino del Rosario […] por la parte desta ciudad el barranco de los juncos y por la cabezada tierras de maria sanches mi hermana»
Una de las hermanas de Antón, María Sánchez, casada con Pedro Medina, ambos vecinos de El Rosario, compartirán la propiedad del entorno de las Cuevas de Jéñica y tierras próximas situadas por debajo dela ermita de Nra. Sra. de El Rosario, en las denominadas Piedras Altas junto al barranco del «ssenor ssanamaro». Así consta en un registro donde ratifica los bienes dejados por virtud del enlace conyugal de su hija, llamada de forma homónima María Sánchez, al contraer matrimonio con Mateo Alonso, labrador y criador de cabras, residente en este mismo lugar en el enclave denominado La Asomada de los Frailes. Además de las citadas tierras les cedía en herencia:
«una cueba que las que oy abita el dicho marcos ssanches su hijo y una troxa junto a Ella En el barranco de Jenica» (JA-1653)
En donde se especificaba dentro de la cláusula que hasta que ella muriera, lo dejara habitar y, por tanto, en posesión de la gruta a su hijo, prohibiendo la venta y enajenación de la cueva, recayendo en vida la propiedad de la misma y con posteridad en las manos de su yerno, Mateo Alonso. Ya en la venta a su hijo, por su hermano Antón, sabemos además que ella las habitaba señalando la forma de dividirse «o como le pareciere para cuevas y incorpore con las de la dicha madre».
En lo que respecta, finalmente, a la tradición oral es bastante sugerente lo que añade el investigador chasnero Juan Bethencourt Alfonso al señalar el término Jéñica a principios del siglo veinte:
«También es tradicional que bautizaban en la Fuente de los Jénica o de Los Juncos, en El Rosario [...] afirmando varios que todas las fuentes apellidadas de Jéñica estaban reservadas al bautismo» (Bethencourt Alfonso, 1994, p. 589).
Entiéndase que el término Jénica o Jéñica aquí utilizado para la entrada referida a El Rosario, se debe a la inclusión de la Fuente de los Juncos como parte integrante de dicha variente del topónimo mayor así denominado. Como ya anotamos en la entrada correspondiente a Fuente de los Juncos (ver [05] Fuente de los Juncos) la relación que establece el investigador chasnero es breve y no da mayores detalles al respecto. Como ya advertimos en la entrada mencionada nosotros no hemos recogido ese uso específico de la tradición oral para el caso de El Rosario; a este respecto cabe comentar, en cambio, que sí tenemos constancia que de acuerdo a la tradición oral la arriba citada Cueva del Ayuntamiento de Jéñica fue el lugar elegido para celebrar, al menos que sepamos, los banquetes y fiestas nupciales, por lo menos, en el pasado siglo diecinueve, desconociendo si este uso atañe también a un pasado más lejano.
Como ya hemos dejado por sentado, algunas sentencias de la tradición oral afirman que el contexto en el que se inserta el denominado Tagoro de Jéñica y su entorno responden a lo que popularmente se denomina un lugar de guanches, es decir, un enclave en el que se tiene constancia que fue usado de forma singular por los antiguos habitantes de las isla (ver entradas relacionadas bajo la categoría un lugar de guanches).
En esta línea es bastante sugerente lo que recoge el citado investigador chasnero Juan Bethencourt Alfonso acerca del «Palacio de gobierno y penas» de Jéñica de la tradición oral en el siglo diecinueve:
«Rosario. Palacio de gobierno y penas. En las cuevas de Jéñica [tachado: en] vivió un príncipe o adelantado sometido al mencey de Güimar, solo hacía justicia amonestando o componiendo ligeros castigos»
Cuevas de Jéñica. Juan Bethencourt Alfonso: Historia del Pueblo Guanche. Manuscrito original de la ULL
«Según tradición, en las "Cuevas de Jéñica, en el Rosario, vivía un jefe de menor categoría, que solo imponía penas de menor cuantía»
Cuevas de Jéñica. Juan Bethencourt Alfonso: Historia del Pueblo Guanche. Manuscrito original de la ULL
A este respecto nos parece bastante apropiado, además, señalar el testimonio antes aducido bajo la nomenclatura Tierras de los Guanches del año de 1777 para referirse a este emblemático enclave. Por lo demás, dentro del interesante repertorio legado de la tradición oral, en este sentido cabe anotar, por su interés, una antigua relación recogida de forma indirecta en el vecino pago de El Chorrillo, aún vigente a principios del siglo pasado y finales del siglo diecinueve, que consideraba al referido punto de la Cueva del Ayuntamiento y El Tagoro de Jéñica como el punto intermedio elegido, según una de las versiones, por el rey guanche de Güímar y el rey guanche de Anaga, para dedicarse a reunirse y al trueque de víveres (sin otras observaciones).
Acerca de otras entradas genéricas que contienen el apelativo El Tagoro nos remitimos a las siguientes entradas ([098] El Tagoro de Niasa, [012] El Tagoro, [044] El Tagoro de la Alegría) del mismo modo que acerca de los paralelismos entre el predicho término El Tagoro y posibles términos bereberes en la mencionada entrada general [100] Topónimos a confrontar.
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