jueves, 18 de octubre de 2018

El Tablero de Francisco López

[057] El Tablero de Francisco López (topónimo en desuso). Var.: El Tablero.


Antiguo nombre de lugar que, según nuestra apreciación, sufrió un proceso de contracción para pasar a denominarse El Tablero mediante una simplificación del término, posiblemente, a partir de un proceso dado entre la segunda mitad del siglo XVI y principios del siglo XVII [X: 369275 / Y: 3144774 / Z: 443].
 
Contamos con algunas voces para esta denominación para el siglo XVI y XVII: respectivamente, El Tablero de Francisco López [DT-1587] y [TP-1612] y El Barranco de Francisco López [FJ-1720].

Contribución al estudio del origen del nombre del pueblo de El Tablero


1) Marco general: particularidades acerca del topónimo El Tablero
 
El Tablero es el nombre de un pago y un macrotopónimo que se halla situado en el cuadrante nordeste de la isla de Tenerife, más concretamente en el extremo meridional del actual municipio de Santa Cruz de Tenerife, si bien hasta la década de los años 70 del siglo pasado perteneció al municipio colindante de El Rosario. Se localiza a una cota aproximada de 400 m y comparte el área de medianías de la antigua jurisdicción de El Rosario junto a otros pagos circunvecinos como Machado, El Rosario, El Chorrillo, El Humilladero, El Lomo Pelado y Llano del Moro. Delimitando aún más su extensión, cuatro hitos orográficos flanquean grosso modo su ubicación: al oeste, el cauce que marca el barranco de Jagua; al este, el perfil que traza las montañas de Taravela, Turrumote y el Camino del Candil; al norte, las laderas que descienden desde las cumbres de Birmagen y Guinea; y finamente, al sur, el conjunto de laderas que confina con el pago de El Humilladero.

Geomorfológicamente, El Tablero forma parte de un amplio accidente geográfico denominado la Mesa El Tablero-La Gallega. Se trata, en esencia, de un «escalón orográfico» representado por una extensa plataforma de tierras que entre ambos puntos geográficos atenúa el grado de inclinación de la rampa que desciende por esta vertiente de sotavento. Esta circunstancia viene a determinar el relieve de esta franja de medianías, marcado por la proliferación de espacios aterrazados, abiertos y poco accidentados donde abunda el desarrollo de superficies relativamente planas o con pendientes suaves y poco acusadas. En el caso concreto del entorno de El Tablero estas particularidades se manifiestan sobre todo en su cota media e inferior, mediante la extensión de zonas llanas (Los Llanos del Tablero, Los Llanos de Bijamar o los Llanos de Tejera) y laderas de escasa altitud y baja gradiente, favorecidas por la ausencia de accidentes de cierta envergadura.


Desde el punto de vista del estudio del origen de este nombre de lugar, estas mencionadas características del relieve tienen capital importancia. En esencia, El Tablero no es más que un término propio del léxico de la lengua castellana utilizado en la toponimia de las Islas Canarias, a partir de la Colonización (siglo XV-XVI), con el fin de describir una superficie relativamente llana del relieve (susceptible de ser acondicionada para las labores agrarias). En teoría, la utilización de esta singular denominación hunde sus raíces en una estrecha relación de semejanza entre dos elementos: la idea de un tablero, en tanto que objeto, esto es una tabla grande y ancha que tiene una superficie plana, y un accidente geográfico cuya principal característica la define su forma plana y alargada. Entre ambas nociones se estableció, por analogía, una curiosa idea de asociación: algunas superficies planas de la orografía insular se vincularon bajo la perspectiva idealizada que ofrecía la mencionada forma plana de un tablero, pasando algunos de aquellos accidentes a adoptar en consecuencia el nombre del precitado objeto. En la práctica su aplicación se prodigó en la toponimia canaria; en un contexto montañoso como es el que acontece en buena parte del relieve de la isla de Tenerife la introducción del citado término y sus derivados (Los Tableritos, El Tablado, Las Tablas, El Tablerillo…) se extendió en uso notorio y recurrente. La prueba más palpable de ello es que algunas zonas de la Isla aún portan esta denominación, a saber: El Tablero, en Igueste de San Andrés (Anaga), El Tablado, en Agache (Güímar), El Tablero de Sosa, en Barranco Hondo (Candelaria) o El Tablero, en Erjos (Los Silos-El Tanque).

Centrando toda nuestra atención en el caso particular de El Tablero de la antigua jurisdicción de El Rosario, cabe destacar, como hecho significativo, que este fue el único nombre de lugar así designado que se generalizó dentro de la nomenclatura tradicional de pagos de la isla de Tenerife. La razón de esta circunstancia obedeció a una causa histórica: la categoría que ostentó en tanto que entidad demográfica a lo largo de las centurias que comprende la Edad Moderna (siglos XVI, XVII y XVIII). Así se pone de manifiesto, por ejemplo, en numerosos registros en los que se puede rastrear la importancia que revistió como modesto núcleo habitados del NE de la isla de Tenerife. Sin embargo, al tratar de trascender la mampara cronológica y adentrarnos en el periodo que sigue a la Conquista en busca del momento preciso de su fundación, todo parece apuntar a que el actual nombre El Tablero no es más que producto de la contracción de una composición más antigua: El Tablero de Francisco López. Nosotros consideramos que bajo esta sugerente denominación fue como se conoció este susodicho lugar durante el siglo XVI y, probablemente, parte del siglo XVII, como se desprende de algunos pasajes del encabezado y cuerpo de algunos documentos; sirva, a modo de ejemplo, este escueto párrafo extraído de una carta de dote otorgado por Juan de Fiesco y Francisca de Boça fechado en el año de 1587, donde ya se cita dicha primitiva fórmula:

«Yten dyeci siete fanegadas y quatro almudes de tierra eneltablero que dizende Francisco Lopez»
(1587)

Como se hará de comprobar esta composición aúna a simple vista dos variables: el precitado rasgo del relieve, Tablero, del que no volveremos a tratar, más la agregación del nombre y primer apellido del titular de las mismas. De manera que
, de estar en lo cierto, cualquier intento de profundizar e historiar los cimientos de este sugerente nombre de lugar pasarían necesariamente por tratar de conocer la figura de Francisco López. Algunas huellas dejadas en la documentación permiten, aunque sea de forma superficial, acercarnos y reconstruir una parte de su biografía histórica: cabe adelantar, la de un natural (guanche) integrado en la nueva sociedad colonial que se gesta a principios del siglo XVI en la isla de Tenerife.


2) Marco particular: notas acerca de la biografía histórica de Francisco López de Villera

Las noticias para la reconstrucción de la primera singladura de Francisco López son, como para otros tantos naturales (guanches), insuficientes y en algunos casos están cargadas de un considerable nivel de contingencia. A pesar de ello, todo parece apuntar que cuando apenas debía ser, a lo más, un joven mozo se hallaba bajo el estado de servidumbre. A partir de esta hipótesis de partida se barajan dos posibles nombres propios por los que fue conocido: Francisco Guanche y Francisco de Tegueste (¿?). La primera onomástica propia de la unión de un nombre castellano y el gentilicio genérico con el que fue conocido el nativo de la isla de Tenerife, mientras que la segunda onomástica lo haría aunando el susodicho nombre propio más la agregación del lugar de nacimiento o adscripción territorial; en paralelo, añadamos, a lo sucedido con algunos naturales cristianizados después de la Conquista (Francisca de Tacoronte, Juana de Tegueste, Isabel de Taoro, Andrés de Güímar, Juan de Icode o Rodrigo de Imobade, etc.). Cabe además, de este supuesto, que se derivara de la situación jurídica que abrazó a todos los habitantes de los bandos del norte de la isla de Tenerife durante la Conquista, los cuales agrupados bajo la denominada confederación de los «bandos de guerra» configuraron la principal liga opositora a la entrada de las tropas de Castilla en la Isla.

Tras la Conquista, la condición de guanches «esclavos de guerra» significaba la pérdida de su hipotética carta jurídica de libertad. Su suerte, en tanto que botín de guerra, pasó básicamente por tres penosas situaciones: la venta en los mercados esclavistas europeos o, en el mejor de los casos, la dispersión por otras islas del archipiélago y el reparto o venta dentro de la misma Isla. Los grandes beneficiados de tan preciada trata de mano esclava fueron preferentemente dos grupos sociales: los grandes artífices de la Conquista, los «hombres de a caballo», propietarios de extensas tierras y aguas, más algunos colonos que adquirieron esclavos mediante formas contractuales de adquisición, venta e intercambio. De todos estos, los que decidieron finalmente asentarse en la Isla de forma definitiva contaron con un indeterminado número de esclavos guanches bajo su tutela, aparentemente en condiciones mucho mejores que sus paisanos extrañados fuera de ella.

Presumiblemente este podría haber sido el caso de Francisco Guanche: un joven nativo bajo el estado de servidumbre por proceder de los mencionados «bandos de guerra». Se especula que pudo haber estado bajo la tutela de Pero López de Villera. Este había sido vecino de la isla de Tenerife a principios del siglo XVI, llegando a ostentar el cargo de alguacil del Cabildo de Tenerife y, como poblador y vecino influyente de la élite política insular, había recibido importantes parcelas en repartimiento (otras por adquisición) en diversas zonas: Taoro, San Cristóbal de La Laguna, Geneto y Tegueste; asentándose en esta última «tengo enelvalle de Tegueste e enla falda de Tejina ciennto e cincuenta fanegadas de tierra». Aquí llegó a controlar una importante hacienda con su cercado y majuelo, atendida con toda seguridad por criados y esclavos dedicados a la explotación agrícola y a la cría de un considerable número de ganado mayor. En lo que respecta a su relación sentimental, contrajo matrimonio con Ana Gutiérrez, hija de Guillén Castellano y Marina Perdomo, ambos considerados de las Islas (oriundos de Lanzarote y Fuerteventura); su suegro, Guillén, uno de los regidores más destacados de la isla de Tenerife, antaño lengua o intérprete en la Conquista de Tenerife y futuro albaceas en su acta de testamento. Como queda consignado en los momentos previos a su fallecimiento, al no tener filiación a la que dejar como herederos, traspasará parte de su patrimonio en dos grandes beneficiarios: su mujer y los frailes del monasterio de San Francisco (estos últimos encomendados por él a fundar el futuro hospital de San Sebastián en La Laguna). Mas, entre otras mandas a terceros, había declarado además la manumisión de un esclavo guanche llamado Francisco:

«Otrosy, digo e otorgo e conosco, que do por libertad e ahorro e do por libre e quito (…) todo cabtiverio e servydumbre después de my fin e muerte, a francisco de tegues (…) my esclavo haziendole comole hago bien e merced porlos muchos e buenos e lea (…) quedel e rescibido, e mea fecho; e mas mando quelede un buey e un novillo, (…) medio de tierras delas que tengo enla halda de Tegina, las quales tierras deldichomyesq (…) tome enla parte e lugar que enlas dichas tierras quysiere, e mas quele de un sayo (…) de palmela, e un par de camisas e uncapa e unas calsas de mi, una, e unas (…)
(2 de mayo de 1508)

Mediante esta cláusula Francisco de Tegueste (¿?) o Francisco Guanche pasó a la condición de hombre libre. Su manumisión le conllevó un cambio significativo en todos los aspectos; resaltemos dos: su nueva posición social de vecino y propietario, y la incorporación a su nombre propio de nuevos apellidos. En adelante, como así había quedado fijado en el párrafo que declaraba su libertad poseería la titularidad de la propiedad donada en el valle de Tegueste «tierras de las que tengo enla halda de Tegina»; parcela que pasaría finalmente a poder de Diego Álvarez de Tegueste: «tierras de Francisco Guanche que después quedaron enpoder de Diego Albares». Otro cambio relevante, como antes anotamos, tendría que ver con su nueva onomástica: se supone que a su antiguo nombre, Francisco, añadió los apellidos de su antiguo propietario, López de Villera. Bajo esta nueva denominación, que representaba toda una carta de presentación en sociedad, aparecerá en diversos registros en los que a veces aparece su firma en las colas de algunos documentos, lo que inclina a pensar que adquirió algún tipo de instrucción (posiblemente en el transcurso de su hipotético estado de cautiverio).

A grandes rasgos, esta es la hipótesis que se baraja acerca de su primera trayectoria, esto es, desde que cambió su antiguo nombre por el de Francisco López o Francisco López de Villera. Su segunda singladura, en cambio, nos permite trazar con mayor solidez su devenir, gracias sustancialmente al crédito que supone la inclusión de su nombre y apellido en algunos escritos. De todos ellos, uno de los más importantes, sin duda, es el otorgado en el año 1514 por el adelantado y gobernador de la Isla de Tenerife Alonso Fernández de Lugo, que le hace donación como vecino de un lote de tierras lindante con el denominado Camino de Candelaria:

«Yo don Alonso Fernandes deLugo adelantado de las yslas deCanaria e gobernador e justicia mayor señor delas yslas detenerife ela palma epor estando del poderque desus altezas tengo para dar errepartirlas tierrasy aguas delas dichas yslas doy enrepartimiento e vezin dad a vos Francisco Lopez ciento eveynte fanegadas de tierrasdesequero que son en Binxamar que es sobre elbarranco lindeel camino dela Candelaria encima delas montañetas lo quevos doy enrepartimeinto e vecindad.

En nombre de su alteza y poresta mando al notario del repartimiento quelo asyente enel libro de lo s rrepartimientos a doze días del mes de agosto de milequynientos e catorce años…digo quevos de seys cahizes enel dicholugar con cargo que vos caseys dentro de dos año y nolo podays vender hasta cumplido cinco años lo quevos do en nombre desualtezasyn prejuizio detercero, Eladelantado
»(29 de noviembre de 1514)

Esta misma concesión de tierras sería ratificada en la anotación efectuada en el año 1515:

«EnlavilladeSanCristoval queesenlayslade Tenerife en treze días delmes de abril de mil e quinientos e quinze años en presencia demi Anton de Vallejoescrivano publico e del concejo dela dicha ysla de Tenerife e dichos testigos de yuso escritos parescio presente Francisco Lopes natural destayslae presento un alvala de data e repartimiento de tierras firmada del mando (?) señor don Alonso Fernandez deLugo adelantado de las yslas de Canaria e gobernador e justicia mayor e repartidor delas yslas de Tenerife ela Palma porlagracia de nuestro señor según que por ello parescio su thenor dela quales esta quesygue:

Yo don Alonso Fernandes deLugo adelantado delas yslas de Canaria e gobernador e justicia mayor delas yslas de Tenerifela Palma por virtud delpoder e de sus altezas tengo fa dar y repartir las tierras y aguas de las dichas yslas doy en repartimiento e vezindad a vos Francisco Lopes cientoeveynte fanegas de tierra dese quero queson en Erjos que es sobre elbarranco hondo camino dela candelaria encima delas cabesadas lo qual vos doy en repartimiento e vecindad ennombre de susaltezas y poresta mando alnotario delrepartimiento quelo asiente enel libro de los repartimientos a treze días del mes de abril de mil e quinientos e quinze años e digo que vos de tres cahizes eneldicho lugar a cargo que vos caseys dentro dedos años y no lospodays vender hasta cunplido cinco años lo qual vos doy en nombre de sus altezas syn prejuicio de tercero el adelantado
»
(13 de abril de 1515)

No se presenta como una cuestión fácil de resolver localizar sobre el espacio con exactitud la data de repartimiento. El mayor obstáculo se debe al grado de imprecisión que genera el sistema de referencia utilizado en aquella época; sin embargo, por el análisis pormenorizado de otros datos hemos llegado, como conclusión provisional, a considerar que el citado repartimiento se efectuó en una zona comprendida en el entorno de El Rosario (¿en Benincharia?) o El Tablero. A raíz de este supuesto queremos llamar la atención del lector de estos dos aspectos: de una parte, que la susodicha cesión de tierras se refiere a un mismo lugar que indistintamente aparece denominado en ambas anotaciones por dos topónimos guanches, actualmente en desuso: Binxamar o Venjamar (ambas variantes de una misma voz) y Erjos; y, de otra parte, nótese y considérese finalmente esto otro: Erjos fue nombre de lugar también de la antigua comarca de Geneto, hoy en desuso, como así queda ratificado en otra cédula de propiedad concedida esta vez en la persona de Alonso de Las Casas, regidor de la isla de Tenerife, al que se le reparte una amplia parcela situada en las cercanías de la Laguneta de Birmagen que linda con un «barranco que se dize de Erjos»:

«…avos elbachiller Alonso delas Casas vecino desta dichaysla/ de Tenerife una tierras que sonadelante demi fuente/ hazialaparte deheneto linderos de una parte/dehazia esta villa la subida de una ladera/ enderecho de unos bresos que están a laladera deladicha subida antes que lleguen un poco a una chosa del/hato de vuestras vacas edelaotraparteel barranco quesedizedeErjos…»
(29 de noviembre de 1515)

De todo ello se puede inferir lo que sigue: Erjos, en tanto que macrotopónimo, debió de comprender un área situada en un espacio indeterminado entre el actual pueblo de El Tablero y las cercanías de la susodicha Laguneta de Birmagen (o en su defecto, añadamos, próximo a dichos dos puntos geográficos). De estar en lo cierto, este dato se puede calibrar aún más si tomamos en cuenta esto otro: en el título de propiedad otorgado a Francisco López se especifica: «... que es sobre elbarranco lindeel camino dela candelaria…», lo que viene a conferir a algún tramo del Camino Real de Candelaria, sospechamos que paralelo a los puntos antedichos, la categoría de confín de la data de repartimiento concedida a Francisco López.

Sin salir del precitado título de repartimiento, otro dato a tener en cuenta es que la donación de tierras a Francisco López venía precedida de una disposición sine qua non: la exigencia de contraer matrimonio con un plazo preestablecido «a cargo que vos caseys dentro dedos años». Este requerimiento tenía unos significados culturales bien definidos a principios de la Edad Moderna. Al amparo de un omnipresente poder religioso que todo lo permeaba, el individuo y sus intereses quedaban supeditados moralmente, por principio, a los diferentes actos sacramentales que regían la nueva sociedad cristiana: bautismo, matrimonio y enterramiento. En este sentido, el voto del matrimonio determinaba un importante punto de inflexión, pues significaba el inicio de la vida en pareja de ambos sexos cuya finalidad sacramental consistía en la constitución de una familia (órgano básico de organización social y deber moral de todo buen cristiano). No debe perderse de vista, además, que la extrapolación de este requerimiento de casamiento al caso de las Islas Canarias contraía asimismo un objetivo político: consolidar el asentamiento de población con un carácter estable y permanente, es decir, afianzar el inminente proceso de colonización que se estaba gestando. Sin duda, esta sería una cuestión no exenta de problemas sobre la que se abatía como telón de fondo otras serias amenazas como fue la despoblación de las islas, el antecedente inoperativo de la colonización realenga de Granada o el fuerte atractivo colonizador que empujaba a muchos aventureros a emigrar y asentarse en América. En este contexto tan frágil la obligación de la promoción conyugal de Francisco López se convertía en una pieza fundamental en el engranaje del asentamiento de población y en su integración en el nuevo modelo social colonial; de esta forma, en una fecha indeterminada pero anterior a 1527 Francisco ya aparece enlazado en matrimonio con Elvira Sánchez, posiblemente, también de origen guanche: «…la dicha Elbira Sanches mi legitima mujer…».

Tras la unión nupcial la pareja debió de establecer en algún momento inmediato su futura residencia en la actual zona de El Tablero, como así ponen de manifiesto algunos pasajes: «…eporasia el varranco abaxo epor donde bibeFrancisco Lopez de Villera…» dando forma de esta manera a la futura «… casa y eredad de Francisco López de Villara (sic)». En lo que respecta al lugar elegido para su residencia, cabe tener presente que se hallaba insertado en un contexto marcado por el predominio de suelos pedregosos, poco profundos y a menudo erosionados; a lo que habría que sumar también estos otros dos aspectos ambientales a tener en cuenta: la ausencia de importantes puntos de abastecimiento de agua, dada la escasa e irregular carga de precipitaciones en la zona, al que se agrega el habitual régimen de vientos que azota con virulencia esta parte del NE de la Isla. Se puede decir, en definitiva, que se trataba de un entorno poco atractivo para la primera colonización: cuyos pro y contra basculaban entre la relativa cercanía a la ciudad de La Laguna, el limitado abasto que podría suponer para la cabaña ganadera o la precaria producción agrícola que, carente de importantes fuentes de riego, podía ofrecer no sin mucho esfuerzo. En este contexto tan poco favorable, Francisco debió emprender importantes trabajos con el fin de acondicionar estas tierras para el cultivo: rozas, quemas, labores de limpieza, sorribas, tareas de despedregar y preparar bancales, etc. Para ello debió contar, en principio, con el auxilio de otras manos, sobre todo en aquellas faenas agrarias que requerían una contribución colectiva, de lo que deducimos la colaboración de amistades, vecinos de los alrededores, familiares o algún esclavo sujeto a su tutela: «…Francisco Lópes de Billera fuera el desposytario de una esclavo de Alonso Martín guanche llamado Çayde…». Incorporando las modernas técnicas importadas por la colonización, desde la siembra pasando por la siega hasta la recolección del grano, el transporte y su posterior molturación, los medios empleados debieron suplantar rápidamente a los propios utilizados hasta ese momento por los naturales del país (a excepción de algunos saberes y habilidades agrarias conocidas por aquellos). De todo ello deviene la introducción de algunos elementos novedosos como la fuerza del tiro vinculada al ganado mayor –los tractores del pasado-, el almacenamiento en nuevas instalaciones, trojas y alpendes, o la construcción de eras para el aventado y la trilla de las mieses; innovaciones éstas que a la luz de algunos noticias dan fe del nuevo modelo agrícola al que los guanches rápidamente se adhieren:

«…Francisco Lopezde Villera, vecino destaysladeTenerife otorgo e conosco por esta presente carta que debodar e pagar a vos Francisco Hernándes de meneses vezino destadichaysla…dos cahizes de trigo bueno e limpio endeudo de darede pagar que sonpor razon e rentade dos bueyes vuestros que delos arrendamiento (?) arentapa hacerla sementera primera venidera llamados el uno burgao yel otro redondo los quales son en my poder…. los quales dichos dos cahizes de trigo deste dicho adebdoprometo emeobligo debos dar la [mancha] epagar puestos emedidos en my hera enheneto poreldia del señor sanjuan de junio proximo venidero o antes si antes cogereel pan de mistierras…a vos debolbere a los dichos bueyes buenos esanosquesepuedanecharelevantarecomere beber avista de dos criadores quedello sepan»(15 de octubre de 1539)

Con el transcurrir de los años las duras faenas realizadas para poner en cultivo esta parcela y otras aledañas debió de ir transformando la potencial cobertura vegetal de El Tablero. Las consecuencias se debieron dejar ver desde temprano, repercutiendo de forma significativa en aquellas áreas más o menos vírgenes heredadas del pasado más cercano (pobladas de toda clase de especies arbóreas y de menor porte pertenecientes al piso termocanario seco y al desarrollo del pinar), las cuales aparecían ahora intercaladas de importantes espacios dedicados a las sementeras, cercados a propósito y acondicionadas a los efectos de evitar la entrada del numeroso ganado menor que debió apacentar en este enclave. Al frente de uno de estos hatos de ganado menor, como otros tantos naturales, se hallaba Francisco López «hipotecan cinquenta cabras de la marca de Francisco López». Acerca de su conspicua labor ganadera dan testimonio las notificaciones donde Francisco López aparecerá gestionando toda clase de acuerdos relativos al ganado caprino: comprando, traspasando, siendo testigo o pasando como garante ante otros cabreros guanches:

«…Francisco Lopez vecino e naturaldestaysla de thenerife otorgo e conozco por esta presente carta que debo dar e pagar a vosdiego diaz vecino e naturaldeladichysla oaquien por vos los ovieren de aver e recabdar o esta razón por vos mos trare o vuestro poder para ello e vieren conviene a saber treinta yocho cabrillas de año tales quesean de rescibir que sonpor razón de tantas cabri llas …Sobre lo qual rentaba…dar e pagar estas dichas treinta y ocho cabrillas puestas y pagadas en esta cibdad en un corral a vista de criadores en el día de navydad del año venidero…»
(6 octubre de 1522)

«…como yo Francisco Lopez de Ville[ra] e como yo pedro pablo vecinos y naturales desta ysla de Thenerife ambos dos…otorgamos e conocemos e debemos dar e pagar a vos Juan Lopez vecino ynatural destaysla de Tenerife…ochenta y syete cabrillas deaño las que sea de rescibir avista de criadores las quales son por otras tantas que de vos recibimos es asaber sesenta dellas arenta por tiempo yelpago de tres años ylas veynte e syete porlarenta delos dichos tres años delas quales, ochenta y syete cabrillas nos da mos porcontentos…e nos obligamos e prometemos de vos dar e pagar a vos las dichas ochentaysyete cabrillas del dicho contratos y renta puesta[s] entermino desta cibdad deSanCristoval en un corral por los días de n[avy]dad del año venidero de mil e quinientos e veynte e nueve años que se entiende desta navydad …e por que mas cierto yseguro seays que sereys siendo dela dicha deuda de dicha parte no seays dichas especialmente nos concertamos e potecamos cada uno de nos cinncu[e]n[ta] cabras de nuestra marca y mas todo el dicho ganado que de rescibimos a renta en que prometemos enos obligamos de no lo vender ni en manera alguna enajenar hasta tanto…»
(22 de febrero de 1527)

Conviene recordar que los guanches tras la Conquista continuaron siendo los grandes pastores del ganado menor de la Isla. Causa común de todo ello es que la historiografía ha llegado a considerar esta profesión parte inherente a su propia condición étnica. No es para menos: el conjunto de saberes, usos y habilidades heredado en las artes de la crianza de cabras y ovejas, el conocimiento del territorio, fragoso y lleno de contrastes junto a su adaptación milenaria a las condiciones insulares forjaron toda una garantía de solvencia en este arduo trabajo, del que, como auténticos maestros, debieron hacer gala. Pero además del ganado menor, la introducción de animales de mayor porte, como es el caso de bueyes o incluso caballos y asnos debió de entrar rápidamente a formar parte de sus nuevos planteamientos. Una prueba de ello es el acuerdo concertado entre Francisco López de Villera y el también guanche Francisco de Tacoronte en el año de 1526 para la apañada de un partido de bestias asnales que se hallaba en la comarca de Geneto:

«Sepan quantos esta carta viere (…) [Francisco]/ detacoronte natural (…) isladetenerife otorgo econozco a [Francisco]/ López de Villera vecino de esta dicha (…) / presente queporquanto yo ten go una marca (…) /tias asnales grandes epequeñas e andanenel (…)/ en termyno deeneto e conellas otras ciertas be (…)/ guaniles quantas e procedentes delasdichas my marca (…)/ otorgoeconosco quevos doy apartido todaslas dich[as] (…)/ tias desde oy diadela fechadesta carta hasta (…) / cumplalos primeros siguiente para queen (…)/ dicho tiempo recojays todas las dichas bestias que sela (…)/ dela dichas mi marca que es la oreja yzquierda horqu (…)/ e unbocado sacadopordelante ela otra orejad (…)/ un teberete pordetras e asimesmorecojays t (…)/ las bestias guaniles quantas e procedentes delas (…)/ my marca unas dos etres vezes equantas mas (…)/ que pierdes eneldicho tiempo delos dichos tres años e (…)/ ys dellas todaslas quepudierese e las tomeys o p (…)/ ny es a vos en la dichamanera quede todas lastale (…)/ bestias que doy tomareleedebyais eledeveys parado (…)/ mismo por vuestro trabajo una quarta parte dead (…)/ dellas enqueseays obligados e vos obligays ami los/ manifestar todas las que asy sacares ….»(5 de enero de 1526)

Detrás de esta pléyade de operaciones contractuales se puede inferir toda una serie de relaciones sociales de solidaridad y parentesco entre los naturales del país. Un grupo de estos se había establecido en las medianías de las comarcas de Geneto, El Rosario, Candelaria, Arafo, Güímar, etc. conformando una estrecha malla de vínculos sociales, forjados entre favores, préstamos y deudas que no sabemos si arrastraban en algún grado de intensidad las distinciones sociales de la etapa anterior a la Conquista. Dentro de este estrecho marco de relaciones especial interés despierta el que establece Francisco López con un grupo de nativos «apellidados» Tegueste; así, aparece tanto como beneficiario de los bienes de Fernando de Tegueste: «Francisco López, heredero de Fernando de Tegueste (…)» como albacea en el acta de testamento de Diego de Tegueste, citado como parte beneficiada con algunas cabras en caso de que por espacio de dos años el hijo de aquel, que se encontraba en Jerez de la Frontera, no apareciera a aceptar la herencia. Estos hechos, en suma, vienen a reforzar la idea que sugiere su posible procedencia o vínculo consanguíneo con algún linaje guanche del antiguo bando de Tegueste.

Mas como otros muchos «guanches avecindados», en su condición de propietario, Francisco tendría casas también en el barrio de la Villa de Arriba de la ciudad de La Laguna, como así trasluce en una relación de venta de viviendas en la citada urbe: «…unas casas que son en la ciudad en la Villa de Arriba, que alindan de la una parte casas de Francisco López de Villera…». Es posible que estas moradas hayan sido utilizadas como signo de distinción y de forma funcional como segunda residencia. La Laguna, por aquel entonces, ofrecía la imagen de una incipiente urbe: era la «ciudad de la Isla». Su génesis se constituyó alrededor de la iglesia parroquial de la Concepción y cerca de la laguna que diera nombre a la naciente urbe, donde un nutrido grupo de guanches, naturales de las Islas (Lanzarote y Fuerteventura), gomeros, canarios y algunos conquistadores y colonos habían tomado asiento. El ambiente en las calles de la incipiente ciudad debía estar consagrado por aquel tiempo al constante trasiego de personas y mercancías que marcaba el día a día en la capital insular; mas, por lo que respecta a los naturales que moraban en los campos, allegarse a la ciudad suponía todo un examen en el que se evaluaba su capacidad de integración en la nueva sociedad colonial, con especial incidencia para aquellos a los cuales se les había delegado cierto margen y voto de confianza por su calidad de guanches libres y propietarios, como era el caso de Francisco López de Villera. En este sentido, además de los modales y las buenas maneras, la vestimenta constituía a simple vista el primer signo destacado de su proceso de integración en el nuevo orden social que se gestaba, una de las causas por las que abunda en la documentación el acopio de ropas del momento desde muy temprano entre muchos naturales: «Francisco López, natural y vecino debe a Gonzalo Ramirez mercader…por ropa que le compró…».

Alejado de este proceso de integración colonial, otro nutrido grupo de nativos optó, en cambio, por conservar sus antiguos hábitos, ritos y costumbres ancestrales tras la Conquista. Algunos de estos habían retornado de nuevo a las Isla: ya auxiliados unos a otros por la compra de su libertad, ya liquidando su manumisión con los buenos servicios prestados ante sus propietarios. En general, este grupo de guanches representaba una seria amenaza para los grandes hacendados. Tal es así que, casi una veintena de años después de la fecha dada como término oficial de la Conquista, algunos regidores se llenaban de impaciencia y alertaban del inminente peligro que representaban los guanches retornados:

«…muchos guanches desta isla fueron echados della e después se bolvieron y dexaron los vestidos que traían y se pusieron en los que tuvieron en tiempos de infieles, andando por el campo, salvo quando vienen a los pueblos qie se visten con ropa de paño, e viéndoles bolver a sus vestidos que solían traer, sospecha qie viéndose a tiempo, algunos dellos que podrán hacer algo en deservicio de su real Alteza e perjuizio desta dicha isla».
 (Cfr.: 26 de mayo de 1514)

Subyacía el grave problema que representaba para su dominación los denominados «guanches alzados», cautivos huidos que andaban por las zonas más montuosas e inhóspitas de la isla sin reconocer otras órdenes que las que dictaban sus aspiraciones de libertad. Como consecuencia de todo ello en 1514 ya se había levantado a modo de precaución una ordenanza para prohibir que los naturales portaran cualquier tipo de arma. Sin embargo, los diferentes votos de los cabezas del cabildo mostraron su más dispar opinión en referencia a esta prohibición; y los «guanches avecindados» o «guanches mansos», como era el caso de Francisco López de Villera, alegaban mediante Antón Azate su formal diferencia solicitando para que dicha ordenanza:

«…no entendiese ni se estendiese mas dea los guanches qie viven en las montañas, que no andan ni se tratan en el vestir y en otras cosas como castellanos, salvo que andan entamarcados con tamarcos, como solían andar antes que fuesen cristianos e que no vienen ni se allegan en domingos ni fiesta ni en otros dias ni con los castellanos, e no quiren ovedecer lo que les es mandado por la justicia ni pueden así ser avidos por hazérseles cumplir como conviene. E que los otros guanches naturales desta isla que viven e se tratan a ávito e costumbres a manera de castellanos e se ayuntan e allegan al trato con castellanos e pueden ser avidos ellos en sus haziendas cuandoquier que la Justicia lo manda e vee que cumple e que con aquellos no se entienda la dicha hordenanza»
(Cfr: 16 septiembre de 1514) 
Finalmente, se logró que los nativos «…que fueron en ayudar a conquistar esta isla e después acá an vivido e viven domésticos… que a estos no entienda ni e estienda la dicha ordenanza...». Sin embargo, el hecho de haber arrancado del Cabildo la posesión restrictiva de armas para algunos «guanches mansos» venía acompañada, a renglón seguido, de otro llamamiento: la inminente configuración de cuadrillas: «…e que pues las dhas personas guanches q aquien consiente quedar con las dhas armas se ofrezcan de su voluntad a se obligar de traer los guanches e los otros alzados presos a la cárcel». De esta manera, una resolución del Cabildo pregonada en plaza pública en febrero de 1515 ordenaba «so pena de ciertas penas» que un grupo de «guanches mansos» formara parte de cuadrillas para capturar a los «guanches alzados»; y en la lista y como testigo presencial del bando promulgado se encontraba Francisco López de Villera (aquí Francisco de Villera):

«
Parecieron Diego de Baute, Fernando Tacoronte, Francisco de Villera, Francisco de Espinosa, Gaspar Fernández, Juan Navarro, Pedro de Trujillo, Juan Alonso, Juan Valenciano, guanches, porque le han enviado un mandamiento y así todos juntos se platicó que había muchos guanches alzados en la isla, dañando y robando la tierra y ganados de los vecinos, que por tanto convenía ponerse remedio en ellos ordenando cuadrillas “de su mesma nación”, según que siempre en esta isla se ha hecho, mandaron que todas aquellas personas que fueren señaladas por las copias ( y que así traigan los palmese alzados, testado), so pena quelos que no fueren en los tomar dentro de dicho término que en pena de ello sean desterrados de la isla perpetuamente (…)» pues se presumía, probablemente, con cierta razón y mucha más convicción de que debido a su propia condición y solidaridad étnica «ellos los sostienen, y les dan de comer, porque hay esclavos que seis o siete años andan alzados y no se han tomado (…).
(Cfr.: 5 de febrero de 1515)

Aquí se pone de manifiesto cómo Francisco López de Villera fue utilizado junto a otros «guanches mansos» por el Cabildo de la Isla para aplacar a los insumisos «de su mesma nación». Todo parece que su estatus en tanto que vecino de «buen ver», propietario de casas en la ciudad, tierras y ganados pudiera haber ejercido, a modo de ejemplo de integración, alguna influencia sobre los «guanches alzados». Esta posición intermedia es la que parece manejar con soltura el cabildo; así, con la resolución de poner al frente a los «guanches mansos» contra los «guanches alzados» la nueva institución intentaba poner en acción la estrategia de minar y ahogar las supuestas bases solidarias entre ambos, menguando y reduciendo poco a poco la acción subversiva de los alzados.

En el caso de Francisco López debió pesar la condición de bilingüe, capaz de comunicarse tanto en la lengua de los nativos de Tenerife (tamazigh) como en la lengua castellana (puede que también la portuguesa), tener presumiblemente conocimientos en el manejo de la escritura (cabe quizá también que por ende de la lectura) y avenirse a participar de forma activa como a poblador y propietario del nuevo sistema que se imponía. Nada sabemos a ciencia cierta de la resolución de este conflicto, aunque todo apunta que la mediación efectiva de los denominados
«guanches mansos» debió de ir menguando progresivamente al andar del tiempo los ánimos bélicos de los «guanches alzados», puesto que no se conocen reiteradas manifestaciones posteriores a este respecto. Y tampoco sabemos, en el caso de Francisco López, si el objetivo que proseguía la concesión de la data de repartimiento otorgada en su figura en el año de 1514 formó parte, también, de alguna especie de táctica de recompensa, contrapartida o acicate derivada de estos susodichos acontecimientos que, llamativamente, coinciden en el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario