domingo, 4 de noviembre de 2018



Benincharia-El Rosario


[063] Benincharia
(topónimo en vías de desuso). Var.: Belincharia, Berenchere.


Nombre de lugar que identifica una porción de terreno, caracterizada por la sucesión de un conjunto de pendientes con un moderado nivel de inclinación, afines a una acusada depresión que la atraviesa bajo la misma designación Barranco de Benincharia [X: 368034 / Y: 3143487 / Z: 460].

Existen algunas variantes de esta designación procedentes de la tradición oral, entre las que cabría señalar las que siguen: Benicharia, Binicharia, Belincharia y la más alejada registrada de las mismas fuentes orales bajo la variante las Tierras de Berenchere, recogida en el cercano núcleo de Barranco Hondo; esta última voz utilizada, en tanto que macrotopónimo, para identificar el conjunto de tierras que confinan hacia el naciente con la ermita de Nuestra Señora del Rosario y San Amaro.

Algunos testimonios en el pasado dan cuenta de la antiguedad del término. Así aunque para el pasado siglo veinte sólo contamos con las siguiente entrada Belinchares (AT-1942), por su parte, en lo que concierne a los siglos que engloban la Edad Moderna cabe destacar algunos singulares testimonios: en el el siglo diecinueve aparecen, al menos, las siguientes designaciones: Barranco de Binachaya (DC-1844), Belincharia «las Hoyas del Rosario, serventía que va a Belincharia» (DC-1845) y Barranco de Vinecharia (C-1808); mientras que para la centuria del seiscientos contamos con la siguiente referencia: Barranco de Binichar «Elbarranco de Binichar» (ML-1647).


Ene ste sentido, cabe destacar que en listado de nombres de origen guanche compilado por el médico e investigador don Juan Bethencourt Alfonso aparece recogido el siguiente término:

«Benicharia, localidad», vincluado a Aguilar.

        
Benicharia. JBA: Historia del Pueblo Guanche. Manuscrito original. Biblioteca de la ULL.


Mención aparte merecen dos notificaciones más en donde el citado término aparece reflejado bajo la sugerente designación compuesta: las Moradas de Benicharia. La primera de ellas pertenece al tercer cuarto de la centuria del setecientos:

«unas tierras con sus moradas en el término del Rosario que se llamaban de Venicharia» (MF-1776)

Y así vuelve a aparecer designada, con la ligera modificación inicial de la consonante "v" pr la "b", hacia el tercer cuarto de la centuria del seiscientos:

«el camino que ba de esta ciudad ba a Nuestra Señora de Candelaria y por un lado el barranco del Rosario que por otro las demás tierras de los herederos de Pedro Hernández Trujillo con las moradas que dichas tienen que se llamaban de Benicharia» (HP-1674)

Esta susodicha composición, las Moradas de Benicharia o Venicharia, se halla intimamnte relacionada con la tradicional ocupación humana dentro del contexto de la ermita de San Amaro y El Rosario. El sistema de ocupación humana había quedado definido por un modelo de asentamiento discontinuo, irregular y diseminado, que, posiblemente, obedecía a una razón concreta: la labor ejercida por los criadores de cabras y, en menor medida, ovejas que residían en la zona.

Las huellas de este mencionado patrón de asentamiento y sistema de explotación económico, del que derivan multiples pautas culturales, aparece, de forma indirecta, así consignado en un breve párrafo en las primeras décadas de la centuria del seiscientos:

« [...] que a pesar de ser la hermita muy pequeña [la hermita del Señor San Amaro término del Rossario] y no tener más que quince vezinos apartados los uno de los otros criadores de ganado [...]» (LG-1616)


Esta singular ocupación espacial adquirió especial relevancia hacia el extremo de la cabecera de la depresión de Benicharia, esto es, en la confluencia con el denominado Baranco del Rosario. En este punto, localizado, aproximadamente, a la altura y por encima del epicentro que marca la ermita de San Amaro y Nuesta Señora del Rosario se gestó, de acuerdo a la tradición oral, lo que se ha venido a denominar por transmisión oral como «las primeras casas donde se fundó el pueblo de El Rosario»:

«Las primeras casas que hubo en El Rosario nacieron en el barranco que se halla detrás de la iglesia»


Tras la Conquista,  estas mencionadas tierras al poniente del Barranco de Benincharia en confluencia con el Barranco del Rosario habían quedado en poder del matrimonio compuesto por Pedro de Santana y Juana Martín, ambos de origen guanche. Así se recoge en el testamento de la citada Juana Martín, tras fallecimiento de Pedro de Santana, donde dejó constancia de la titularidad de numerosas fanegadas de tierra junto a la ermita de Nuestra Señora del Rosario, como queda acreditado en la publicación de su última declaración testamentaria:

«declara los siguientes bienes: 70 fs. junto a Nra. Sra. del Rosario» (Cfr. MLY-2001[HG-1536])

«setenta fanegadas de tierras, poco más o menos, que son junto a la dicha ermita de Nuestra Señora del Rosario (Cfr. LSR-2017 [HG-1536])»

De acuerdo a su última disposición, este importante lote de tierras, aproximadamente más de 350 mil metros cuadrados, se cederían a diversos familiares colaterales de la citada Juana Martín: a los hijos de Hernando Yanes, aquí mencionados como de origen guanche, y a un primo segundo suyo, también mencionado como guanche, Pedro Hernández, posiblemente, el referenciado en otras anotaciones como Pedro Hernández del Rosario (él y su hijo) a causa de establecer la residencia con su familia junto a la ermita de San Amaro y El Rosario durante el siglo dieciséis:


«A los hijos de Hernándo Yanes, natural, un cahíz que tiene junto a Nra. Sra. del Rosario del Humilladero hacia arriba [...] lo cual manda porque son sus sobrinos, por el amor que les tiene y para que ruegen a Dios por su alma [...]»
(Cfr. MLY-2001[HG-1536]).

«A Pedro Hernández, natural, su primo segundo, 4 fs. de las que tiene junto a Nra. Sra. del Rosario [...]»
(Cfr. MLY-2001[HG-1536]).


Una cuña de estas mencionadas tierras quedarían, en lo sucesivo, en manos del matrimonio formado por Ana del Castillo (familia de Juana Martín), con antecedentes guanches, y Rodrigo de Cañizales, todo parece indicar, de origen portugués. Así queda consignado en el inventario de partición de bienes de sus futuros beneficiados, donde se establecen que dichas tierras, concedidas por expreso deseo de Pedro de Santana, fueron concedidas en título de cédula de propiedad en el reparto de datas realizado por el Adelantado:

«[...] las avia [--] heredado de Pedro deSantana difunto natural e vecino de estaysla dequienaviansido dadas en re[ilegible ¿-partimien-?]to e vezindad poreladelantado donAlonso Fernandez deLugo [...]» (LR-1585).

Grosso modo, se trataba de una amplia extensión de territorio que, por arriba, alcanzaba hasta el mismo pie de la denominada Montaña de Toriño, mientras que, por abajo, confinaba junto a las paredes de la misma ermita de San Amaro y El Rosario, al poniente de la c
abecera de Benicharia:

«por abaxo camino real que va anuestra / señoradecandelaria y por otro lado el / ba rranco de nuestra señora delRosario»

En uno de los extremos de estas tierras concedidas a Pedro Santana se constituiría de acuerdo a la transmisión oral: «las primeras casas de El Rosario». En el año de 1636 se recoge alguna mención a estas susodichas construcciones, así «Catalina Perez, viuda de Rodrigo de Cañizales» otorgaba un documento de venta al rosariero Juan Martín, familiar político suyo:

«Jhoan Martin, mi cuñado, labrador y criador, vecino del termino del rossario [...] una casa de piedra y texa terrera que esta en el barranco junto a la ermita del señor san amaro en el dicho termino que linda con Diego Alonso» (JA-1636).

De igual modo, existe otra mención a dichas moradas a principios de la centuria del setecientos, más concretamente en el año de 1707, donde el criador de ganado menor y labrador Baltazar Lorenzo ponía como fianza «unas casas terreras en dicho pago del Rosario que son las mismas que lindan por arriba el camino viejo de Candelaria y por abajo el barranco de Benicharia» (MV-1707)

Estas últimas tierras de Benicharia, las pendientes alrededor de la depresión al naciente del santuario de San Amaro, debieron de quedar, con bastante probabilidad, en poder del matrimonio formado por Antón Gutiérrez y su mujer Inés Fernández, ambos de origen guanche; así se recoge, de forma indirecta, en la mencionada acta de bienes a legar de la ya citada Juana Martín al conceder un importante remanente de tierras a la ermita:

«A Nra. Sra. del Rosario un cahíz de las tierras que caen en frente de las bandas de Antón Gutiérrez, junto al barranco» (Cfr. MLY-2001[HG-1536]).


La ermita, por aquel entonces, principios del siglo dieciséis, no era más que un santuario de reducidas dimensiones que no albergaba más que un cuarto de planta rectangular que no excedía, aproximadamente, una treintena de metros cuadrados. De acuer
do a la transmisión oral, los gastos de su edificación se habían logrado ejecutar exclusivamente con la participación de los vecinos de El Rosario, apreciación que ya recoge el fraile dominico Alonso de Espinosa a finales del quinientos:

«Y así mismo le hicieron cesión y traspación de la ermita de Nuestra Señora del Rosario, que ha sido edificada con limosnas del pueblo en el camino que va a nuestra Señora de Candelaria, para recreación para los romeros que van a la dicha casa de nuestra Señora de Candelaria» (AE [1594]).


Siguiendo las mismas fuentes orales, la cubierta se había copado con la madera de los pinos que se extrajeron de la zona denominada La Vegueta (ver entrada [055] La Vegueta) y las tallas religiosas de San Amaro y Nuestra Señora del Rosario se habían cortado, por su parte, de una sabina cegada, a tales efectos, en la proxima elevación del mismo nombre (ver entrada [049] La Montaña de la Sabina).
De acuerdo a esta misma fuente, si bien la parte más antigua fue edificada por los vecinos de El Rosario, por aquel entonces en su mayor parte criadores de ganado menor, «del arco hacia adelante» o más popularmente «del escalón hacia adelante», es decir, la nave mayor que comprende desde el presbiterio hasta la actual puerta del santuario, también es tradición, fue obra del dinero reunido, exclusivamente, por los moradores del vecino pago de Barranco Hondo, avanzado los siglos de la Edad Moderna. Las causas eran espirituales: dada la notable peregrinación que, habitualmente, por razones, entre otras, de cercanía y tradición llevaban a los vecinos de Barranco Hondo a acudir a recibir las fe y el culto a la antigua ermita de San Amaro y Nuestra Señora del Rosario.

Hacia el oeste del santuario, confinando con el Barranco de Benincharia, algunos criadores de cabras se habían hecho con el poder de esas tierras avanzada la centuria del quinientos, las denominadas popularmente como Tierras Crudas, destinadas, principalmente, a apacentar
sus numerosos rebaños de cabras y ovejas. En cierta forma, la mencionada ermita se hallaba en un antiguo cruce de caminos ganaderos: el ya mencionado camino real que conectaba la laguna de Aguere con las tierras meridionales y una travesía vertical de vital importancia para el traslado trashumante del ganado:  el denominado Camino de Benincharia, Camino del Monte o Camino de Tereso. Esta importante senda conectaba las tierras bajas de todo el arco de la denominada Bahía de Guadamojete, lugar destinado antaño a apacentar el ganado cabruno y ovino en invierno, con las tierras altas, por los pasos del abrevadero de Bedijo, El Bailadero, El Escobonal y La Laguneta Alta, enclaves algunos de ellos, a su vez, destinados a concentrar tradicionalmente el ganado durante el estío. De hecho, la misma festividad de Nra. Sra. del Rosario, a principios del mes de octubre, era el momento cronológico señalado por la tradición para descender los ganados hacia las tierras bajas. 

Esta importante travesía debió de ser usada por otros criadores de ganado que confinaban, igualmente, con el enclave de Benincharia: tanto buena parte de la numerosa descendencia del guanche Antón de los Frailes, que residían al este de la ermita, ocupando las mejores oquedades, el mismo Francisco López de Villera y su mesnada que tenía un importante lote de tierras hasta el lomo que linda con la precitada ermita o los también guanches Pedro Pablo y Rodrigo Martín, entre otros, que aparecen con propiedades en esta precitada zona inmediata al santuario.
A las espaldas de las paredes de la ermita, el citado Camino de Benincharia dividía las parcelas donde entraban las tierras del ya mencionado Pedro de Santana, pero también de un personaje denominado Luís de Ocampo, vecino de la ciudad de La Laguna, que llegó a ostentar una importante extensión de tierras junto al santuario durante la primera mitad del siglo dieciséis. Aun con la relativa imprecisión que ofrecen los registros para tratar de acotar las demarcaciones, todo parece apuntar que contó con un importante patrimonio de tierras que englobaban las tierras donde se hallaba la ermita. De forma reiterada, aunque un tanto indefinida la precisión en el espacio, se citan estas propiedades a lo largo del tiempo en diferentes acuerdos contractuales bajo las siguientes sugerentes denominaciones: la Asomada del Tagoro, El Tagorillo de Luis de Ocampo, El Tagoro de Luís de Ocampo, el Tagoro y el Asomadero del Tagorillo de Alonso.

Así, el primer dato con el que contamos nos retrotrae al año de 1563, momento en que el lagunero Luís de Ocampo había dado a redimir el tributo impuesto sobre todas las tierras que tenía en El Rosario al criador de ganado menor Alonso Gómez:

«que son de la cuesta de matasnos por arriba y la asomada del tagoro que está debajo de las cuevas de luis de ocampo» (Cfr. FP-1563).

Un año después, en el año de 1564, conocemos, por alusiones, que el susdicho Luís de Ocampo había concedido el beneficio de una parte de este patrimonio de tierras que colindaba la ermita de San Amaro y Nuestra Señora del Rosario al propio santuario.

Avanzada la centuria del seiscientos, los hijos y hermanos del antes mencionado Alonso Gómez conseguirían concentrar una importante cantidad de tierras «queran del barranco hondo al barranco questa lindando con nuestra señora del Rossario», extensión donde apacentaban sus numerosos ganados de cabras y ovejas. En el descargo de bienes de uno de sus hijos se especificaba, además, que habían acaparado «las tierras que son dendeelbarrancohondo astael asomadero que llamanel tagorillo de alonso». En esta misma línea, el término volverá a aparecer mencionado con otras variantes más en el año de 1634, donde el labrador, criador de ganado menor y alcalde de El Rosario, Juan Alonso, vecino de El Rosario en el Barranco Hondo, había llegado a un acuerdo con la también rosariera María Perdomo, que residía próxima a la ermita, por la cual se le traspasaba un parcela:

«en donde dissen la cuesta de mataasnos y linda por un lado el camino de candelaria a dar derecho arriba ael tagoro»


Concretándose en la cláusula los siguientes amojonamientos:

«enel dicho termino donde dissen el lomo de coronado quelinda por una parte unvarraqnuillo ariba hasta dar a tierras de Bartolome de contreras a el lomo ariba a dar a el camino de nuestra sseñora de candelaria la primera vueltael barranquillo ariba a dar aeltagoro de luis de ocampo» (JA-1634).

En lo que respecta a la concreción de este singular espacio, más sugerente, aún, son las particularidades que ofrece el acuerdo alcanzado entre las siguiente partes en el tercer cuarto del siglo diecisiete: el matrimonio formado por los rosarieros Melchor Hernández y María Lorenzo con el mayordomo de la ermita de El Rosario Manuel Díaz Bossa. En la misma se otorgaba al mencionado matrimonio y sus hijos la licencia de poder fabricar una casa en tierras «ynutiles» en poder por entonces del susodicho santuario, en virtud de los buenos servicios que durante décadas habían realizado a la mencionada ermita, ya en el servicio, aseo, limpieza y culto de encender lámparas en su honor. Centrando el pliego de las condiciones de la cláusula en lo que nos interesa, se especificaba en uno de los encabezamientos que «Luis de Ocampo vecino que fue deestaciudad [La Laguna] hizogracia aladichahermita del sitio» de donde se concedía al matrimonio de los citados rosarieros lo que sigue:


«un pedasso detierra eneldicho termino y lugar del Rosario que lo es yasido dela dicha hermita que tiene ochenta pasos contados desdelas espaldas de la dicha hermitasubiendo para ariba a dar a las toscas blancas y por la parte delaciudad linda con el barranco que dizen del almacigo y por la parte que ba anuestraseñorade candelaria tierras que fueron de alonsogomez [...]»

Concretando, finalmente, la siguiente condición del acuerdo:

«dejando reserbados dies pasos para las espaldas de la dicha hermita para procesiones y servicio deunacasita que tiene la hermita enquebi ben los hermitaños laqualdicha tierra conotro medio caiz de tierras del camino abaxo dono a la dichahermita luis de ocampo» (JM-1675)

Cabe la posibilidad que ambas construcciones (o alguna de las citadas) se traten de los cimientos que se localizaban cercanos al cruce del Camino de Benicharia o Camino del Monte y el Camino Real de Candelaria; de ser así, se trataría de unas de las construcciones utilizadas tradicionalmente para realizar los bailes del pueblo a principios del siglo pasado y finales del siglo diecinueve, mientras que la otra es posible que fuera la que se hallaba justo detrás de la ermita, como vivienda particular a escasos metros a la espalda de la antigua ermita (lamentablemente destruida junto a los covachos de tosca entre finales del siglo diecinueve y el pasado siglo).


En esta misma línea es bastante sugerente la localización de este referido espacio que se deduce de un acuerdo a principios del siglo dieciocho. En la misma, el labrador y criador rosariero Baltazar Lorenzo, posiblemente, pariente de la arriba mencionada María Lorenzo, otorgaba la fianza de una tierras de su propiedad en donde constreñía aún más las antigua parcela, posiblemente ya parcelada al naciente con los dominios de la ermita:

«arriva tagorillo deluis de ocampo abajo camino biejo decandelaria y por unlado tierras de Asensio francisco y porelotro tierras de San Amaro queesta en la dicha hermita del Rosario» (MV-1706).


Como colofón a todo lo dicho hasta el momento, cabe mencionar la atribución de una pequeña parte de la tradición oral de asumir el área de Benincharia, en particular, bajo la categoría un lugar de guanches (ver entradas relacionadas un lugar de guanches): «Belincharia es de guanches» o más concretamente la idealización que, posiblemente por etimología popular, hacía suponer que «Belincharia era un capitán guanche», probablemente por asociación con las tierras a naciente denominadas las Tierras del Capitán o la Cueva del Capitán (Belincharia).

Foto tomada desde el pie de la ermita de San Amaro y Nuestra Señora del Rosario: La Asomadita o La Asomada, topónimo ubicado bajo el citado santuario.


No hay comentarios:

Publicar un comentario